domingo, 15 de mayo de 2016

La Pascua del Conejito!!!


La pascual del Conejito ha sido parte de mi vida, desde chiquitita pintaba cascaritas de huevos de gallina

(vacíos) para que los rellenara "el Conejito de Pascua", de dulces, gomitas, huevitos de caramelo rellenos con almendras, chocolatines, etc. Me encantaban los "porotitos de colores" que traían adentro y me los comía de a poquitito, uno por uno.
En el Colegio Alemán en Kinder, salíamos al jardín a buscar los huevitos rellenos de dulces. Mamá recuerda que siempre los huevitos (de gallina) más lindos eran los que hacía ella, las "Tantes" del kinder decían que ella ponía arte a todo lo que hacía. 
Aún recuerdo mi primera muñeca-huevito. Un huevito al que mamá le pegó pelito y pintó hermosos ojitos expresivos, duró mucho tiempo sin romperse.
El Conejito de Pascua siempre fue en casa tan importante como el Viejito Pascuero. En ese tiempo el comercio aún no tomaba esta fecha especial para vender, aún eran pocas las familias que disfrutábamos de "La Pascua del Conejito" como una hermosa tradición, que tal como hoy se iniciaba la mañana del domingo de Resurrección, pero sin todo el márketing y sobreventas de chocolates dulces y todo aquello. Era un día de la familia.
Pocas veces salimos a recolectar huevitos al jardín -como tradicionalmente se hacía-, pues en esta época por lo general llueve mucho por acá, por lo que nuestra mamá los escondía adentro de la casa. Claro que sólo algunos, pues siempre uno de nosotros era más suertudo para la cacería de huevos.
La Tradición 
Mi familia adoptó la hermosa tradición del "Conejito" a través de nuestra bisabuelita (materna) que venía de Suiza, "Lina Bütikofer", que llegó con su familia a la IX Región (Victoria). La abuelita Lina -que se parecía a la de los cuentos de hadas con sus mejillas rosadas, pelo tomado en un tomate alto y un hermoso delantal blanco en su cocina olorosa, llena de dulces, conservas, tortas y cosas ricas y misteriosas-, pintaba huevitos de gallina y los rellenaba de dulces.

En ese tiempo casi no se veían los huevos de chocolate, más bien los caramelos de colores y esos dulces artesanales que son como rollitos cortados con diferentes colores en el centro. Mi madre la pequeña "Luli", recorría el jardín de su abuelita buscando estos huevitos escondidos en todas partes y los colocaba en un canastito para la ocasión.
Luego mamá adoptó esta tradición con nosotros y hasta hoy -todos ya medios viejitos- nos hace unos lindos canastitos cargados de bombones de chocolate con diferentes rellenos hechos por ella y que disfrutamos con mucho cariño (así como los bombones de la foto, pero bastante más cargados, o sea un cerro de bombones). Por cierto ya no salimos a buscarlos al jardín, pues nuestro perrito Pillán que es adicto al chocolate podría morir de sobredosis, por lo que despertamos -los que alojamos esa noche previa en la casa paterna- con ese olorcito tan maravilloso a chocolate, que nos impulsa a probar estas delicias hechas en casa especialmente para nosotros.

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