sábado, 14 de mayo de 2016

Fruto de los chupones


De seguro que muchos de ustedes los han probado alguna vez. Es un fruto largo, extraño, de punta blanca dulce

como el néctar, de textura fibrosa y con pepitas oscuras redondas y pequeñas.
El chupón o quiscal -cuyo nombre científico es Greigia sphacelata- es una planta nativa de la zona sur y muy apreciado por los pueblos originarios de la zona que incluye la región de Los Lagos, en el Archipiélago de Chiloé crece abudantemente, muchas veces en lugares escarpados, que reciben la humedad del mar, en espacios donde no hay mucha tierra. Está considerada dentro de las plantas medicinales tradicionales y sus hojas también son utilizadas para cestería bellamente tejida muchas veces combinada con otras fibras vegetales.
Este verano de sequía los chupones han madurado más pequeños, con poca humedad, pero con paciencia, un palo lagro, guantes y un buen alicate, podemos encontrar -si tenemos un poco de conocimiento y suerte- frutos dulces y deliciosos al paladar.
En nuestra casa siempre ha habido una planta de Chupón creciendo en un lugar escarpado, al borde de una piedra o cerca de algún acantilado -de nuestros jardines de topografías extrañas-. Mi padre, como buen chilote, siempre se ha preocupado de rodearse de los árboles y plantas de su tierra natal, para disfrutar de sus flores, frutos, hojas o simplemente por el placer de rodearse de un bosque nativo multicolor que incluye árboles de hermosas hojas, pero también arbustos de hojas puntudas brillantes y filudas -quizás no muy buenos para el feng shui- pero que esconden sorpresas deliciosas, con lo que se perdonan todas las veces que uno se ha pinchado con sus hojas.
Cuando llega la época de cosechar los frutos, es mi madre -también chilota- quien se apera para la ocasión y extrae uno por uno cada fruto del corazón de la planta, sin hacer daño alguno a su tallo, mientras nosotros muy cerquita nos sentamos en el pasto a morder y saborear este frutito, del que nunca uno, dos o diez son suficientes para saciar el gusto.
Hoy en nuestra casa de Metri nos dedicamos al espinudo pero placentero ritual de comer chupones.
Mamá que es la que tiene un ojo muy bueno para saber cuáles sobrecitos o pétalos acogen los frutitos más dulces y maduros, pues no todos maduran al mismo tiempo -algunos apenas están en flor cuando otros están maduros y otros ya se han secado-. Ella se dedicó a cosechar el chupón que crece frondosamente en el borde superior de una gran piedra que mi padre denomina "butacura" (piedra grande o piedra jefe en mapuche).
Dicen que los únicos animalitos que comen estos frutitos son los zorros, que los sacan de espalda a la planta -o sea poniendo el trasero como protección de las hojas espinudas y usando el hocico para sacarlos. Desconozco si esto es así o no, quizás son los roedores quienes pueden sacarlos más facilmente.
Pero ni roedores ni zorros, si ustedes tienen la ocasión de encontrarse con los frutos de los chupones, no pierdan tiempo pensando si comprarlos o no (ya sea a granel unidos por el extremo espinudo y amarrados con una pita, o en el interior de la bolsita desde donde nacen (que se puede sacar completa de la planta), vayan, tómenlos, pruébenlos, cómanlos y no se arrepentirán, son de esas frutas deliciosas que nos hacen añorar nuestro sur y sus tradiciones cuando pensamos en ellos.
En estos días de Marzo, en el mercado de Angelmó (Puerto Montt) hay una gran oferta de chupones para quienes gustan de ellos o quienes no los conocen.
En esta imagen pueden ver a los frutitos del chupón en su cajita listos para llevar, en estos días  al recorrer el mercado, los turistas se deleitaba probando esta maravillosa frutita de la que también se hace una mistela (licor dulce).

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