domingo, 15 de mayo de 2016

LA FANTASIA DE SER PAYASO


Cuando mamá me disfrazó de payaso para el aniversario del colegio, dije: "¡Basta! No es justo que yo no

pueda decidir qué debo o no debo usar hasta en una simple fiesta de disfraces".
Sufrí, pues no quería vestirme con ese atuendo, pero en ese tiempo los niños no éramos tan despiertos como ahora, que se les ocurre enfermarse o simplemente taimarse. Yo sólo reclamé un rato, pero me disfrazaron igual, pues mamá insistió tanto con su idea de la vestimenta, que ni me di cuenta cuando llegó aquella mañana en que me puso frente al espejo para transformarme en un bicho raro.
Reflexiono que quizás ella soñó desde siempre con vestirse de circense y como ya no había ocasión para hacerlo, no encontró mejor idea que cumplir su fantasía disfrazándome a mí delante de todos mis compañeros de colegio, que por supuesto se reirían.
Ella con tierna voz me decía que no, que todos me encontrarían muy linda. Pero... ¿a caso los payasos no son para que los demás se burlen de ellos? ¿Cuándo han visto un payaso lindo? ¿Iba a tener que aprender a hacer alguna payasada graciosa para no pasar por fome? Ese día me maquillaron por primera vez, pero no para ser princesa, hada madrina o dama antigua como mis compañeras, sino que para ser un tony, gordito y gracioso con una nariz roja, una peluca de lana chascona (sí la de la foto soy yo ese día) y un buzo hecho de varios colores, con un inmenso corazón rojo en el trasero.
Puedo recordar toda la rutina que siguió mi madre para transformarme en lo que nunca quise ser: Comenzó poniéndome desde el párpado hasta las cejas, una sombra azul calypso que nunca usaba, era brillante y tornasol, me pintó una inmensa boca roja con su rouge más caro, marcó la típica cruz negra en cada ojo con el lápiz con que papá se oscurecía los bigotes y llenó mis ojos y cejas de rimmel negro y apelotonado. Bueno en realidad no puedo decir que el maquillaje estaba mal... parecía payaso por donde se me mirara.
De esa mañana no recuerdo mucho -pues al parecer mi cerebro borró la mala experiencia- excepto que me pasé tironeando las pestañas para sacar el rimmel que las apelmazaba y no me dejaba ver bien.
Si ahora me pongo a pensar, no puedo decir que culpo a mi madre por ello. Creo que una misión que tenemos en la vida, nunca elegida por nosotros es la de cumplir algunos sueños frustrados de nuestros padres, aunque estos sean de lo más absurdos.
En todo caso, más que mi enojo, consiguió que no pudiera volver a ver a los payasos y que odiara los circos. Es verdad que no era la única disfrazada de payaso, pero venga a saber quién se había disfrazado voluntariamente de algo. Tal vez todos estábamos representando los sueños incumplidos de nuestros padres.
Ese fue el último año que dejé que hicieran lo que quisieran conmigo, el año siguiente me disfracé de mariposa, no puedo decir que me veía mejor que el payaso, pues no se ve muy estética una mariposa gordita; pero eso no me importó, pues al fin y al cabo fue elección mía.
(c) Cuento Registrado en Derecho de Autor, Santiago año 1998 en un compilado, bajo el título "Cuentos de mi Infancia", prohibida su utilización sin citar autoría.

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