domingo, 15 de mayo de 2016

Arañitas de Regalo


Uno de los regalos de cumpleaños que más recuerdo, fue el que recibí de mi amiga y compañera de curso Natascha. No sé que edad habré tenido, quizás unos diez o doce años. Fue el último cumpleaños que celebré en Pelluco y también el último con mis compañeros del Colegio Alemán.
Ya sabía qué me iba a regalar Nati, pues vi a su mamá cargar un puzzle con una imagen de un caballo blanco a la salida de clases, sin embargo ella me avisó esa mañana que llegaría con un regalo especial, pero no quiso adelantarme qué era. Esa tarde, llegó con el famoso puzzle de caballo, que sabía que lo había elegido su mamá; pero ese no era el regalo que a ella le interesaba darme, sino otro, uno diferente a todos los que reciben las niñas de mi edad, que aún acostumbraban usar vestidos a lo frutillita village  y creo que a pocas les ha tocado el privilegio o el horror de recibir, a no ser que se los envíe alguien malintencionado.
Natascha traía su "regalo" escondido detrás de la espalda y me dijo acercándose: "te he traído un regalo especial" y  me tendió la mano derecha en la que sostenía un tarro de café sin etiqueta. "Ábrelo" - me dijo- "¡Es una araña!". Me paralicé inmediatamente, pues siempre le he tenido miedo a esos bichos, sin embargo, me armé de valor para abrirlo, pues no tenía derecho a defraudarla, al fin y al cabo era un regalo.
Sus ojos se agrandaron mirándome con impaciencia, mientras retiraba la tapa, imagino que no quería perderse la cara que  pondría al ver por primera vez este horrible bicho, bien sabía ella que les tenía temor.
Al abrirlo, vi que en su interior había una  pequeña araña patas largas de color café moviéndose frenéticamente para tratar de escapar, que con el reflejo metálico del tarro, crecía increíblemente en sus proporciones, muchas de las invitadas se asustaron al verla, otras ni siquiera se atrevían a mirar, pero ella estaba hinchada de orgullo por su original regalo. Lo cerré lentamente, tratando de conservar la calma y traté de cambiar de tema.
En un descuido de mis invitadas, dejé "olvidado"  el tarro en el jardín; "una araña menos para este mundo", - pensé- "este bicho jamás volverá a salir del tarro".
Más tarde, al irse todas mis invitadas y ya casi de noche, tomé el tarro y lo lancé por el cerco, al patio de los vecinos, "¡adiós arañita!", dije. Pero esto de deshacerse de las cosas así, era demasiado fácil para ser cierto. Así resultó que a la mañana siguiente, cuando miré al jardín ahí estaba el famoso tarro de nuevo. Seguramente la Yoya, mi vecina, que también asistió al cumpleaños lo reconoció y me lo tiró de vuelta, imagino que no estaba de acuerdo con quedarse con la araña.
FIN
(c) Cuento Registrado en Derecho de Autor, Santiago año 1998 en un compilado, bajo el título "Cuentos de mi Infancia", prohibida su utilización sin citar autoría.

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