domingo, 15 de mayo de 2016

La Gorda, Primer Capítulo... "la Producción"


Eran los primeros días de marzo, yo buscaba - si así se puede llamar mi inquietud por encontrar un “pituto” - una práctica laboral, con la ayuda de un ex pololo.
Un día él llamó para avisarme que una periodista, clienta de un abogado amigo suyo, podía darme práctica, sólo debía llamarla a su oficina. Lo pensé un poco, pues no tenía ganas de empezar mi vida laboral, no por flojera, sino por temor a ser incapaz de trabajar -nunca antes había tenido la necesidad de hacerlo- era una prueba absolutamente nueva para mí.
Finalmente decidí llamarla por la tarde, el teléfono estuvo ocupado mucho rato, luego no me contestaban y finalmente escuché su voz chillona y persuasiva. Me atendió eufórica y me dio hora para el día siguiente a las 4ºº: "¿Sabes producir?", me preguntó con su voz de superioridad -yo no supe qué contestar-.
Con mi respeto a la autoridad y síndrome de tratar a todos de usted, característica provinciana que no había perdido, esperaba en el hall del edificio donde se ubicaba la “productora”. Me sentía nerviosa, pues jamás había ido a una entrevista de trabajo y no estaba segura de ser la persona indicada. Llegué media hora antes, característica que me conservo hasta hoy; ella no estaba. Me sentía intranquila y miraba la hora que no pasaba, y en esos últimos instantes traté de imaginar como sería ella, la relacionaba con una compañera de universidad que tenía su mismo apellido, por lo que me la imaginaba morena, flaca, mal vestida, pero no tuve mucho tiempo para seguir con mis elucubraciones, pues la espera terminó rápido.
Vi que se bajaban dos mujeres de un viejo y chocado auto azul metálico, las dos vestidas de negro y caminaban hacia la entrada del edificio; una me llamó la atención pues era bastante gorda y de pelo teñido de rubio, crespo y con un collar de perlas de río que le llegaba casi hasta las rodillas.
Me hablaron las dos al unísono, gritando y no pude entender lo que decían, sólo atinaba a mirarlas, tan extrañas, en sus movimientos y su mirar. Subimos en ascensor a la oficina que resultó ser un departamento de un ambiente donde la periodista vivía sola. En el espejo del ascensor pude mirarme y compararme con ellas; yo delgada de cabello largo ondulado jeans celeste y polera palo de rosa, bronceada; y ellas todas de negro, demasiado maquilladas, de cabellos teñidos y tratando de mostrar exhuberancia.
La entrevista de trabajo, no fue lo que yo esperaba, pues antes de mostrar mis papeles, la gorda y crespa, ya estaba contándome lo que hacía como “empresaria de las comunicaciones” y su experiencia en los medios de comunicación como periodista (aunque pronto supe que apenas había estudiado dos años en una universidad), no entendí nada de nada, pero disimulaba captar todo perfectamente.
Fui aceptada, de tal modo que era ya parte del grupo y por supuesto, con las posibilidades que parecían abrirse ante mí, no dudé en aceptar trabajar todo lo posible, de una u otra forma ninguno de mis compañeros de universidad había tenido la posibilidad de hacer todo lo que se me prometía ni tener toda la responsabilidad que se me daba.
La otra mujer, que se había mantenido distante, se veía mayor y era centroamericana, decía ser periodista, aunque lo dudé por su inexperiencia teórica en comunicación, me dio miedo, pues la encontré un poquito chamullenta.
Horas después fuimos con un camarógrafo a ver los reportajes de TV que me tocaría producir. Eran notas con un alto contenido comercial, de no muy buena calidad que se transmitían en un canal de bajo rating. Yo puse cara de que me gustaban, pero en realidad encontré que la gordita no tenía la suficiente sensibilidad para realizar trabajos audiovisuales.
Luego volvimos a la oficina - casa y tomamos once con una amiga que vivía en el quinto piso y un vecino y amigo de otro piso, que se sumaron al grupo en una actividad al parecer cotidiana. Recuerdo ese momento y me conmueve, pues estaba tan llena de ilusiones y sueños y más encima que se me presentaba un mundo al que yo no pensaba acceder, pero que estaba reservado sólo para unos pocos periodistas que luchaban mucho por llegar: la radio y la televisión.
Volviendo a la once, lo único que me extrañó de todo ello era la cantidad de comida que se servía mi nueva jefa, pensé que quizás no había almorzado, pues engulló casi todos los panes, sin siquiera preguntarnos si deseábamos comer siquiera un pedazo. Me asusté pues nunca había estado frente de una persona así, tan poco preocupada de sus visitas, o eso pensaba yo, que éramos todos visitas...
Desde ese mismo día me involucré de lleno en el trabajo y luego me quedaba siempre en las “onces y conversaciones” que duraban hasta tarde, me sentía tan feliz, como partícipe de un mundo nuevo y que me deparaba cosas buenas. Pero esta calma duró poco, pues además de no recibir mi pimer de práctica que eran 100 mil pesos, noté que ocurría algo extraño entre las dos mujeres, la relación era demasiado tensa.
Un día me quedé sola con la extranjera y en ese momento ella me relató muchas cosas que comprometían a la gorda como una persona falsa y mentirosa. Yo no sabía que pensar, no conocía a una más que a la otra como para saber quien tenía la razón, pero el tiempo me mostraría poco a poco la verdad.

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