sábado, 14 de mayo de 2016

El Columpio


El "Columpio" era un inmenso árbol de ciruelillo o notro, que estaba en medio del bosque de nuestro jardín de

Pelluco, su nombre nació por la forma de una de sus ramas, doblada en forma de U, quedando en su parte media, un espacio para sentarse.
Para llegar allí debíamos adentrarnos por un sendero tapizado de hojas secas que crujían con nuestro caminar y treparnos por un árbol contiguo, para sentarnos en medio de la gruesa rama.
Pasábamos allí horas, rodeados en todas direcciones por nuestro frondoso bosque. Este era un poco sombrío y silencioso, pero nos gustaba así, pues daba la sensación de ser un lugar misterioso en un país inexplorado por seres humanos, donde vivían duendes y seres mitológicos que sólo la imaginación podía comprender plenamente. Esta quietud sólo era interrumpida por el canto de pájaros, como el zorzal, que con su gran tamaño,  hacía sonar las hojas como si fuera un ratón, mientras busca gusanos; los gorriones, pequeñitos y cantores que llenaban las ramas superiores de los árboles y a ratos producían un coro de cientos de voces melodiosas; a veces podíamos oír al chucao cantar haciendo eco entre los árboles. Nos daba temor ese canto pues podía traernos mala suerte, pero como es fácil cambiar de dirección, si te canta por atrás y la izquierda, uno puede darse vuelta un rato para que le cante por delante y la derecha...y así contrarrestar lo anterior.
El "Columpio" fue por muchos años un lugar favorito. Allí nos pasábamos días enteros sentados jugando a los astronautas, imaginando que estábamos volando en una nave intenterespacial; a los aviadores volando con todos nuestros utensilios en un avión a chorro por entre las nubes; a dar la vuelta al mundo en 80 días en un globo aerostático o simplemente éramos trapecistas de un gran circo. La imaginación no tenía límites en el bosque encantado.
Pero además de ser nuestro lugar para jugar, era también nuestro escondite cuando se soltaba el Invunche (perro-ser mitológico que vivía amarrado en una esquina del patio), pues como estaba en alto, era imposible que nos alcanzara con sus garras, por lo que si se soltaba no era raro que en vez de correr a la casa, nos fuéramos al bosque en busca de la protección del "Columpio".
A nuestros amigos también les gustaba mucho ese lugar, que además estaba cerca del "archipiélago de Chiloé" -construido por papá a escala en el centro del bosque, simulando las islas con pequeños cerros cubiertos de musgo y los canales podían ser llenados de agua y así parecía  un archipiélago de verdad- para jugar con barquitos.
Nosotros pensábamos que nuestro columpio nos acompañaría para siempre, por lo que nunca lo valoramos lo suficiente, hasta que en una noche de tormenta le cayó un rayo encima y partió el tronco en dos, justo en la rama de nuestros juegos. Sólo hasta el día siguiente, cuando había parado de llover, nos enteramos de lo sucedido y desesperados corrimos al botiquín a buscar vendas, gasa, parches curita, tela adhesiva, agua oxigenada; todo lo que sirviera para curar nuestro árbol, para que la herida del tronco se sanara.
Papá y mamá nos miraron con ternura admirando nuestra ingenuidad y nos acompañaron al bosque sin decir palabra. Cuando vieron nuestros esfuerzos por reparar lo irreparable, papá que es médico nos explicó que un árbol no es igual que una persona, que cuando se hace una herida en su tronco no basta con vendarlo o pegarlo con cinta adhesiva para que sane -en algunos casos es posible reparar alguna rotura pequeña-. Pero la lesión que él tenía era incurable, la grieta era tan grande que habría que cortar la rama para que no cayera. Nosotros lloramos pensando que el árbol moriría, y nos explicaron que no sería así, que sólo la rama se secaría. Pero no nos resignábamos a que cortaran nuestro "Columpio", era demasiado importante, así que decidieron repararlo momentáneamente, colocando bajo su parte horizontal un grueso tronco con una plataforma, de modo que ayudara a sostener la rama y cubrieron con tierra la superficie de la herida para que no se secara.
Sin embargo ya nada volvió a ser como antes, pues nunca más nos subimos, por miedo a que la rama terminara por romperse, sólo quedaban en nuestros recuerdos los días felices que pasamos sobre el "Columpio".
Notro: definición de este tipo de árbol de hermosas flores rojas conocidas como fosforitos, por la forma de sus pétalos.Mandao: Pajarillo muy tímido delgado, de color café con líneas blancas que le nacen en el pico que canta muy fuerte y hermoso. que según la mitología chilota este es un pájaro agorero que anuncia el devenir y que según a que dirección del caminante cante a éste le irá bien o mal.

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