sábado, 14 de mayo de 2016

Chiloé, nostalgias y sabores


Para la gran mayoría de nuestros coterráneos enamorados de su tierra, ser chilotes es más importante que ser

chileno, y realmente lo sienten así.

Nacer y ver por primera vez la luz en una de las islas maravillosas de nuestro archipiélago, y ser acunado en su regazo, marca al chilote de por vida.Tener por arrullo infantil melodías de lluvia, cantos de gaviotas, coros de olas, ronroneos de motores, el acompasado ruido de la chumacera del pescador, el canto del viento corriendo por los canales y jugando con los árboles, ecos de voces y risas que resuenan y se multiplican. Por que Chiloé es tierra extraordinariamente sonora y con esos coros va tallando el carácter de sus hijos, mujeres y hombres nobles; buenos y generosos; solidarios y agradecidos.
Muchos deben irse lejos añorando el terruño. Pero como las islas son mágicas y Chiloé es tierra de brujos, donde se enterró el "cordón umbilical" nace un lazo invisible e infinito que los mantiene atados y los atrae por siempre.Los chilotes al irse de sus playas, sienten que han sido transplantados. Muchos de ellos, distantes de su tierra, nunca regresan y no es por que no la añoren,  sino que los caminos de la vida son tan impredecibles que el nuevo hogar nace en la lejanía... 
¿Pero quién puede abstraerse de esa nostalgia que causa esa separación?... 
Todos siguen soñando con retornar algún día...Al igual que los emigrantes de diversas culturas, cuando se forjan un futuro lejos de su cuna, llevan atesoradas sus costumbres y las comidas tradicionales que con el paladar los acercan al hogar y el cariño paterno. 
¡Pues no faltaba más! ¿Qué chilote puede vivir alejado de su tierra sin degustar cada cierto tiempo algunos de sus platos típicos conocidos en el mundo entero?
Las tertulias nocturnas pierden encanto sin las deliciosas mistelas. Y qué fiesta es comerse un curanto con todas las de la ley, recordando las cristalinas aguas del canal Dalcahue o el estero Huildad.
¿Qué chilote puede estar alejado de su tierra y no extrañar las cazuelas con luche o el estofado de cordero con cochallullo o los ricos guisos de mariscos, jaibas o pescados y en las noches de invierno disfrutar un caliente de chicha de manzana o en cualquier momento un polmay, un mote de habas o de arvejas?
Son tantos los sabores que nos recuerdan momentos y fechas especiales, como el inolvidable yoco y el thropón que salta entre las brazas en la noche de San Juan.
¿Cómo no desear en las tardes frías unos mates cebados con tortillas al rescoldo o huiquemes con chicharrones... y festejar las visitas con una copita de licor de oro y roscas chonchinas o un vaso de ron-pon? 
¿Quién rechazaría un rico cancato o  celebrar el año nuevo con el asado al palo girando sobre las brazas, o el palo chochoquero, dorando su pasta de milcao al calor de la fogata de quilas?
Hagamos votos por que Chiloé jamás pierda o vea opacadas sus valiosas tradiciones por los avances de la modernidad, y sus costumbres sean traspasadas a los hijos de los hijos de los hijos por siempre.
Escrito por: Adriana Rüedlinger de Quintana una Chilota amante de su tierra.

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