martes, 4 de octubre de 2022

Comer en el Verano?: Kuchen de Frambuesas

No hay cosa más rica que comer en las tardes de verano junto a un juguito helado o un té, si hace un poco de frío, que un perfecto y bien cortado trozo de kuchen de frambuesas con crema pastelera.


La receta ya no es secreta, lo importante es que la masa no sea muy gruesa y quede sequita, muchas frambuesas recién sacadas del huerto –o del refrigerador para los que no tienen la dicha de cortar sus propias frambuesas que en el clima de la Provincia de Llanquihue se dan grandes, firmes, dulces, jugosas y de hermoso color rojo carmín-.
Les recomiendo para esta semana en la tarde, preparar –o comprar- un lindo kuchen guardarlo en una canasta o conservador (ojalá donde se mantenga un poco helado para que no se ablande mucho) y hacer un pick nick con la familia y después de darse un rico baño en el lago Llanquihue para degustar este manjar heredado de los colonos alemanes.
¡¡¡Quedará rico!!!

Lo más cotidiano es comerlas en kuchen con crema pastelera, aunque hay otras presentaciones igualmente deliciosas. La crema se hace de diferentes maneras, de acuerdo a la cocinera, pero también dependiendo de la cantidad de colesterol que queramos ponerle a nuestro kuchen, pues también le podemos poner crema espesa de leche para aumentar el sabor que va en directa relación con potenciar el sabor de las frambuesas.

Hoy es posible comprar kuchen de frambuesas en varias pastelerías y supermercados de las diferentes comunas de nuestra provincia, ya sea para llevar o para comer ahí mismo. Aunque para mí la delicia de comer el kuchen y disfrutarlo con ganas es un día soleado o relativamente soleado –de acuerdo a nuestro clima cambiante- en algún lugarcito en las riveras del lago Llanquihue, ya sea sentado en una mesita o simplemente en el pasto a la sombra de un  árbol con una hermosa vista.


Algo importante del kuchen es que para que no se dañen las frambuesas éstas deben ponerse sobre la masa cruda, de contextura bastante cremosa y moldeable luego se pone la crema pastelera –tibia- suavemente y de a poco por toda la superficie, de esa manera al cortar el kuchen quedan las frambuesas enteras y no hechas jugo o aplastadas.

Las mejores frambuesas que recuerdo haber comido, fue en la casa de una amiga en un lugar cercano al río Chamiza, su madre es una excelente repostera u tenía una plantación muy grande, al igual que las grosellas y otras frutas. Es importante que las frambuesas que se compren estén firmecitas y no jugosas o extremadamente maduras, pues se podrían absorber en la masa y no se saborearán del mismo modo que enteras.

 

Un kuchen perfecto tiene un delicado, apetitoso y fino color bronceado dorado en su superficie blanca, no demasiado oscuro pues se desprendería o rompería al cortarlo. También es importante usar un cuchillo con bastante filo y limpiar la hoja cada vez que cortemos un pedazo para no pegar restos de la masa en el siguiente.

La foto que incluyo es frío, ya que si se corta caliente se derrama, también se puede hacer con migas streussel, sea como sea disfrútenlo!

Aquí transcribo algunas recetas que son las que mi madre prefiere hacer:

I. Kuchen de Frambuesas

Masa:

1 taza y media de harina

3 cucharadas de aceite

3 cuartas partes taza de azúcar

1 huevo

3 cucharitas de polvos de hornear

Ralladura de 1 limón

½  taza de leche.

Relleno:

2 tazas de Frambuesas frescas

Crema:

1clara batida a nieve

1 yema

1 taza de azúcar (si quiere más dulce le pone más)

2 cucharitas llenas de esencia de vainilla

3 cucharadas de harina

2 cucharadas de maicena

Juntar todos los ingredientes en una fuente honda y formar una masa no muy blanda.

Colocar sobre un molde aceitado y espolvorear harina sobre la masa y con los dedos extenderla en forma pareja (no importa que quede con harina encima).

Colocar sobre la masa las frambuesas (repartir equitativamente)

Relleno: mezclar secos: harina, maicena, azúcar. Disolver en un poco de leche, que no queden grumos; agregar la yema, el resto de la leche, vainilla y sin dejar de revolver llevar a fuego hasta que espese y pierda el sabor a crudo.

Dejar que entibie. Colocar la clara batida a nieve mezclar suavemente (es el secreto para que el kuchen se dore) y colocar la crema sobre las frambuesas en forma pareja.

Llevar al horno caliente con el calor hacia abajo (cocer), girarlo para que cocine pareja la masa y finalmente el calor alto (dorar) para que dore la superficie.(el tiempo depende del funcionamiento de su horno)

II. Otra opción: si se complica con la crema colóquele miga streusel (kuchen de migas)

Cómo se hacen las migas streusel?

1 taza de Harina

1 taza de azúcar

1 cucharita de canela

1 cucharada colmada de mantequilla.

Derrita un poco la mantequilla, agregue harina, azúcar y canela. Mezcle suavemente (deben quedar pelotitas o migas de todos tamaños).

En este caso colocar sobre las frambuesas que ya están sobre la misma masa lo siguiente:

3 cucharadas de leche en polvo

2 cucharadas de azúcar.

Mezclar leche y azúcar secas. Espolvorear sobre las frambuesas. Esto se mezclará con la humedad de las frutas y quedará cremoso.

Sobre ello extender las migas streusel, llevar al horno

De esta forma puede hacer distintos kuchenes solo cambiando la fruta o lo que  va en la superficie.

 

lunes, 16 de mayo de 2016

Mi primera Blythe

 
La primera muñeca en la vida de una niña es muy importante, y yo como muchas otras mujeres que conozco tengo un espíritu de niña.

 
Mi primera Blythe llegó hace cinco años desde Malasia, la trajo mi hermano Bernardo de regalo. En realidad le había insistido tanto que si iba al oriente me buscara una Blythe, que cuando salió del hotel y miró hacia el frente, no pudo ignorar la hermosa y llamativa tienda de muñecas. Se acercó y vio por doquier cientos de muñecas de colección. Cuál de todas ellas era mi Blythe. Él no podía saberlo, así que tomó muchas fotos para que yo eligiera esa especial que deseaba tener.
 
Y así fue que la marqué del sitio web de la tienda al otro lado del mundo y la elegí por su lindo y largo cabello castaño rojizo una Pow Wow Poncho original, de los modelos más antiguos, de cara brillante y ojos tristes que miraban al suelo.


Y ahí comenzó mi historia con las muñecas Blythe. Luego de unos seis meses con la visita de mi hermano llegó por fin la muñequita a Chile y la llamé Maillen, comencé a hacerle ropa tejida y a fotografiarla y me integré en el grupo nacional de coleccionistas "Cabezonas Chile" e intercambiar regalos, ideas y aprender todo lo que podía hacer con la little doll made in China.
Hice su blogs propio donde contar su historia, modificaciones, ropas y todo aquello de interés para compartir con quien quiera lo que he aprendido.



Primero ropitas feas y poco proporcionales.

A ropitas lindas y entalladas y ya con ganas de intercambiar regalos.

Hice colecciones de muebles.

Ropas combinadas conmigo.

Sesiones fotográficas por el mundo.


Colecciones de ropa hecha en casa para intercambiar.

Luego llegó la hermanita también de Malasia, a la que le puse como nombre Ailin una Takara Kiss Me True de pelo gris casi blanco y de chasquilla que actualmente tiene vida de muñeca normal en mano de mi hija de cuatro años, quien aprende a cuidar y vestir a una muñeca de colección.

Mientras Maillen, la primera sufrió una serie de cambios, de ojos, pestañas y luego con el nacimiento de mi segunda hija se fue a su caja por más de un año.
 
Un día de este año sucedió algo inesperado y maravilloso, una amiga coleccionista me ofreció customizar el rostro de Maillen, y de ser una muñeca sin vida, tuvo su oportunidad de ser única.

Y así sigue escribiéndose la historia de las muñecas y sus vidas plásticas.

Cambio de Cuerpo a mi muñeca Dal

 

Hace un tiempo compré una muñeca Dal (“luna”) del la linea de las Pullip.



Lo atractivo de estas como otras muñecas de origen oriental es que se pueden personalizar, modificar sus partes al antojo del dueño o dueña.

Luego de tener varias Blythe, una Dal es otro tema. Cuerpo muy delicado, ni pensar en pasarsela a un niño pequeño, sus brazos o piernas se pueden salir o quebrar, inclusive su cuerpo en general parece de mala calidad, pero su carita es muy especial y ello me hizo darle una segunda oportunidad y merecedora de algunas mejoras para que su vida de muñeca se alargue con partes nuevas, ya que cuando uno se involucra en esta cultura de las muñecas orientales personalizadas, entiende que no hay que dejarla guardada en la caja, sino intervenirla completamente, mejorarla o darle características al antojo de cada uno.

Así fue como con esta muñeca Dal que adquirí el año 2014 comencé una nueva aventura con las hijas plásticas.

Mi Dal venía con un hermoso vestido, medias muy delicadas, zapatitos, cartera, y su cabellera rubia rizada estaba envuelta con cuidado en una malla, es o era una "Dal Doll - Sakukra".




Como me costó unas tres o cuatro veces más barata que las Blythe, la posibilidad de customizarla me pareció menos arriesgada, así que partí a los pocos días rebajándole la peluca ya que además de peso a la cabeza, tenía un falso que daba la apariencia de volumen. Entonces debí operar, le abrí la peluca con una tijera fina y le saqué el relleno muy abultado y pesado, era como un género amuñado.


Su pelo quedó mejor, más natural y los gorros también le quedaban más naturales.

Luego me enfoqué en el cuerpo, muy suelto y blando, además de fragil como ya he dicho, y con la inmensa y pesada cabellera, era imposible que se quedara un segundo en la misma posición. Cosa muy importante cuando a nuestra preciosa muñeca la cambiamos de tenida y deseamos fotografiarla en diferentes poses de acuerdo a lo que permite su gran variedad de articulaciones corporales.

Así que con una amiga (Fran de Temuco) que quería solicitar un cuerpo para mejorar su Pullip, compramos cuerpos "obitsu" en Mimiwoo.com de Taiwan. Demoraron en llegar casi un mes, pero lo genial es que al pedir los dos obitsu no tuvimos que costear el envío y el precio muchísimo más barato de lo que cuesta comprar un obitsu en Chile y además hay que pagar el envío que acá es caro.

Yo estaba feliz con mi obitsu, y no me puse a pensar que no tenía idea en cómo se debía poner.


La Fran que vendría a visitarme para que customizáramos a las muñecas juntas me habló del tema y ahí

recién me di cuenta que nada sabía. Ella llevaba harto rato estudiando el tema de la cirugía de cuerpo. En resumen, había que cortar con sierra o corta cartón, había que lijar, despegar, desatornillar y atornillar. Casi una labor de bricolaje.

Decidí que no me haría tanto problema para adaptar el Obitsu y me puse a buscar por internet (allí están todos los tutoriales imaginables) algo más sencillo y con menos impacto en la muñeca: cambio de cuerpo sin abrir cabeza, y así lo hice, pensando que realmente lo que decía la chica que hizo el tutorial era genial, que todas las piezas Dal y obitsu de 23 cm eran cien por ciento compatibles, y que todo resultaría facil y genial, que sólo habría algunas diferencias entre el color de piel del pecho con el resto del cuerpo, pero que serían mínimos.

Esa operación la hicimos hace pocos días cuando la Fran nos vino a ver y compartimos una entretenida tarde de muñecas, a la que se sumó mi hija de tres años, que no pudo resistir la idea de customizar a sus propias muñecas con un cambio de cuerpo, claro que ella aún no tiene permiso de customizar muñecas, sólo desvestir y vestir, nada de rayar con lapiz pasta las caritas o maquillarlas del infierno (un día pintó a una muñeca con maquillaje artístico color azul, y no sólo la cara, también el cuerpo, y casi me morí cuando veo al bicho azul que tuve que despintar con pañitos húmedos).
Saqué los 3 tornillos de la espalda y saqué el mecanismo bajo el pecho del la Dal.


y por otra parte desarmé el obitsu y puse el mecanismo que saqué de la Dal en el obitsu, luego los junté.

Resultado el tronco quedó bailando y estaba peor que el cuerpo original, además de lo pesada de la cabeza y la soltura del cuerpo, la pieza que sujeta bajo el pecho al resto del cuerpo no se ajustaba correctamente, era más pequeña que la original del obitsu.


No quería tener una muñeca minusválida que sólo podía posar sentada o tendida y con algo que sujetara su cabellera abultada (como el respaldo de una silla por ejemplo).
Entonces le di una vuelta al tema, tomé conciencia que eran dos cuerpos diferentes parecidos en tamaño, pero no eran tan compatibles en sus piezas y engranes. Y para peor de todo, la pieza de la espalda del obitsu tendía a salirse cuando se doblaba hacia adelante.

Pasaron dos días sin atreverme a operar, pese a los muchos tutoriales que me envió Fran, ya había información equivocada en el tutorial que usé, sin advertencia alguna que las cosas no necesariamente resultaban, por lo que decicí contactarme con una experta, con una chica chilena que había customizado y modificado muñecas y sabía del tema por experiencia persona. Ella era Mota de Algodón (https://www.facebook.com/mota.dealgodon.3) que estaba asesorando también a Fran.

Junto con la experiencia en el tema de las muñecas y de customizarlas, Mota de Algodón es una avezada modista de tenidas miniatúricas para las muñecas cabezonas.

Ella me envió por facebook un set de fotos de su customización a una Dal y muchas acertadas explicaciones que me sirvieron mucho, además de darme el último empuje necesario para atreverme a operar a la muñeca en cuestión.

Había que cortar un trozo de uno de los cuellos que vienen junto al obitsu.


Para ello primero había que abrir la cabeza con desatornillador de cruz pequeño, hay 3 tornillos en la parte posterior de la cabeza, uno tapado por el pelo o peluca, por lo que además había que despegar el pelo, al menos el pelo en la parte posterior. Yo decidí despegar todo el pelo, ya que Mota de Algodón me dio la idea de dejar la peluca suelta para futuros cambios de look, si  e pega el pelo se maltrata mucho la cabeza. Así las pelucas se pegan con algo temporal no más.


Volviendo a los cortes para adaptar piezas del obitsu, usé corta cartón sobre una tabla donde cortamos pan. La primera pieza sería el tope del cuello para que se sujete la cabeza, y luego tuve que cortar también parte de la estructura del cuello de la obitsu para dejarlo a un alto adecuado para que no se tope con el mecanismo de los ojos o quede fuera de la cabeza.

Todo salió muy bien, no obstante que la cabeza daba vueltas en banda, ya que el cuello o estructura de cuello de los obitsu es muy delgada. Allí seguí el consejo de Mota de Algodón y le puse elástico, usé las gomitas que están muy de moda ahora para hacer pulseras y otras cosas. Usé aproximadamente tres gomitas para enanchar la estructura del cuello. Usé color blanco y ni se ven.


Pero pese a ello, una vez más vuelvo al primer punto, el pelo es muy pesado y la cabeza o el cuerpo después de algunos movimientos tiende a caer de nuevo. Por lo tanto lo que viene y el próximo capítulo es el cambio de peluca. Ya estoy cotizando algunas bellas pelucas de pelo corto, ya que son las más livianas y según mi experiencia las que deberían usar y traer estas muñequitas facturadas con cuerpos tan blandos y frágiles.


El mundo de las Dal
Las Pullip son unas muñecas coleccionables, creadas por la compañía de Corea del Sur Cheonsang Cheonha en 2003. Se caracterizan por tener un cuerpo muy articulado y una cabeza más grande de lo normal.

Pullip significa "una brizna de hierba/de la hoja" en coreano. Desde el lanzamiento de la muñeca femenina original se han añadido otros tipos de muñecos a la familia Pullip: sus compañeros masculinos Namu (árbol) y Taeyang (sol), su hermana pequeña Dal (luna) y Byul (estrella), la mejor amiga de Dal. Desde 2011 la serie de muñecas ha ganado un nuevo miembro, Isul (rocío), el hermano de Pullip. También hay una serie en miniatura formada por Angel Pullip y Angel Dal (ahora llamadas Little Pullip+ y Little Dal+).

Estas muñecas pueden ser customizadas haciendo modificaciones que las convierten en ejemplares únicos. Los últimos lanzamientos llevan pelucas que se pueden reemplazar y cuyo color de ojos puede ser cambiado fácilmente.


Dal

Dal es una muñeca más pequeña en la línea de Pullip, introducida en 2006. Se perfila como la hermana pequeña de 13 años de Taeyang. Dal es similar en tamaño a las muñecas tipo “hermana pequeña” como Skipper y Licca. Mide 26,3 cm, le llega a Pullip aproximadamente hasta el hombro.

El cuerpo de Dal es articulado. Sus ojos se mueven de lado a lado como los de Pullip, pero no parpadean ni se cierran. Dal se puede personalizar.

Dal (“luna”) se lanzó al mercado el año 2006. Se caracteriza por un rostro de labios fruncidos que le da un aspecto enfadado, si bien se identifica con una joven dulce y agradable.



Fuente: Wikipedia
http://revistacultural.ecosdeasia.com

La Gorra de Marino

 

Debo haber  tenido cuatro años y mi hermano Bernardo dos, cuando vivíamos en Puerto Montt en una gran casa estilo modernista de calle Vial, propiedad de un pintor.



Estábamos ocupándola por unos meses con la idea de comprarla.

En ese tiempo mi padre médico, era muy exagerado para tratarnos, nos protegía mucho -a mí y a mi hermanito Bernardo- de todo cuanto estuviera a nuestro alrededor. Vigilaba cada cosa que tomábamos por que podía tener "microbios" los que conocí en teoría mucho antes que los microscopios, no permitía que jugáramos con juguetes considerados por él como dañinos (bicicletas, patines, patinetas), que no nos cayéramos, etc. Era como si nos rodeara de cojines y algodones para llegar a adultos sanos y salvos.
 
Con esta manera de tratarnos y con sus manías de médico,  al salir al aire libre, él nos cubría la cabeza, para evitar que nos diera insolación sobre todo cuando jugábamos al sol, lo que parece muy lógico si nos pasábamos casi todo el día en el jardín. Como su palabra era ley la obedecíamos al pie de la letra aunque no entendiéramos bien la razón de la orden, así que nunca salíamos sin las cabezas cubiertas.
 
Un día llegó hinchado de felicidad con dos gorras de marino, una para mí y otra más pequeña para "Ber". Papá siempre nos contaba sus historias cuando fue médico de abordo en un barco mercante que fue a Europa e incluso nos mostraba fotos donde estaba parado en cubierta con un uniforme blanco y una gorra así como las nuestras. Con ese regalo era como si hubiera proyectado su sueño de volver a surcar los mares en nosotros.
 
Y por supuesto eso de disfrazarme de marino no me gustó -siempre fui un poco rebelde- pero después de su compra, al parecer los demás sombreros y gorros habían desaparecido de la casa, por lo que lo único para cubrir nuestras cabezas al ir al jardín o a la calle, eran las gorras de marino para evitar "la insolación". ¿Qué podía hacer yo?, no tenía elección.
 
Por supuesto en ese tiempo no podía conocer necesariamente el significado que “insolación” -palabra tan rara- tenía, más bien pensaba que debíamos ser sensibles a alguna enfermedad extraña o algo así, pues nadie que yo conociera debía cumplir con el ritual de cubrir su cabeza cada vez que salía fuera de casa, ni siquiera la Pili.
Ella era una compañera de pre kinder y amiga, que vivía a unas cuadras de distancia en la misma calle. Siempre jugábamos juntas en el barrio y no era raro que viniera a invitarme a su casa. Papá me daba permiso para salir, pero "no debía quitarme la gorra".
 
Me iba a casa de Pili a hacer lo que más me gustaba en ese tiempo: bailar. Entrábamos al living de su casa, ella ponía el tocadiscos a todo volumen y bailábamos la tarde entera los temas de Ray Coniff frente a un gran espejo de cuerpo entero.
 
¡Qué feliz me sentía al seguir el ritmo de la música! Sin embargo algo no andaba bien. Me observaba en el espejo mientras bailábamos y pensaba lo ridícula que resultaba mi imagen en movimiento: una pequeña niña trigueña con dos largos moños de resorte, vestido de vuelos y encajes, con zapatitos de charol, calcetas arrolladas y sobre la cabeza una gorrita blanca con listas azules y doradas, igual que las usadas por los capitanes de barco.
 
La Pili me decía que me sacara la gorrita marinera, para tener un look más acorde con el tipo de música, pero yo le explicaba lo de la insolación y ella mirando interesada me encontraba toda la razón, a pesar que no entendía ni pío a lo que me refería.
 
Tuvieron que pasar varios años, para que me diera cuenta que la insolación la causaba el sol y para eso era la gorra.
 
Tomé tan en serio la orden que me dieron, sin darme cuenta que no era necesario usar este artefacto dentro de la casa.
 
¡Qué importante es que los adultos les expliquemos a los niños el porqué de las cosas!
 
(c) Cuento Registrado en Derecho de Autor, Santiago año 1998 en un compilado, bajo el título "Cuentos de mi Infancia", prohibida su utilización sin citar autoría.

La Pulga

 Natascha, amiga y ex compañera de curso siempre ha sido bastante excéntrica, y tal como una vez me regaló una araña para el cumpleaños, le gustaba abrir moscardones, meterse por la manga de un brazo una rata y que apareciera por la otra o cambiar el azúcar de la sala de profesores por sal; cuando hicimos el trabajo voluntario de "reflejo condicionado" en el colegio, era inadmisible que a ella no se le ocurriera algo "diferente".
 
En realidad para su loco cerebro era imposible hacer cosas comunes y normales. Todo en ella era extraño, desde su familia, su forma de vestir, sus gustos, etc.; por lo que su proyecto de enseñarle a no saltar a una pulga -tarea difícil-, pues las pulgas se caracterizan por saltar lejos y hasta tres metros de una vez, no fue una idea extraña para los que la conocíamos bien.
 
Todos pensábamos que ella abandonaría su idea, tal como muchos dejamos rápidamente de lado las nuestras; por ejemplo yo nunca abrí el frasco donde estaba el grillo rojo al que le enseñaría a cantar o la Gaby Wahl nunca le enseñó algo al perro que se compró especialmente para tal efecto. Pero Naty se había tomado las cosas muy en serio y estaba absolutamente dedicada a domar su pulga, e incluso estaba pensando para después,  tener un completo circo de ellas y hacer funciones en el teatro "Diego Rivera".
 
Yo no podía creer completamente su nueva vocación circense, así que decidí ir a espiar a su casa unos días antes de la fecha de entrega, para ver cómo le iba con el entrenamiento o si todo era falso. Mis dudas se satisficieron de inmediato, pues llegó a recibirme a la puerta con su experimento en la mano: había colocado la pulga en un tubo de ensayo en forma horizontal y cada vez que esta saltaba, se pegaba y caía. Según ella de tanto chocar, no saltaría nunca más en su vida.
 
El cómo alimentaba al insecto fue lo que a mí me dio más curiosidad, pues en ese entonces no sabía que una pulga puede vivir un año sin comer nada. ¡Para qué se me ocurrió preguntar! Casi  me morí con la respuesta: se la ponía en la mano a su hermana para que la picara, por que según ella no le tenía alergia a las pulgas. ¡De esas dos locas no se hacía una normal!
 
Después de ese mes de arduo trabajo y muchas picaduras en la mano de la Erika, llegó el gran día: el debut de Natascha, pues era la única que había terminado el proyecto.
 
A primera hora de la mañana, ya se encontraba sentada muy orgullosa frente a su pupitre, con el tubo de ensayo en el que tenía en exhibición a su pulga, que se llamaba "Picaduras".
 
Cuando llegó la hora de biología, el profesor la felicitó por su constancia y dio un pequeño discurso, destacándola como ejemplo de para todos nosotros, que según él deberíamos haber hecho algo y no sólo dedicarnos a mirar, bla, bla.
 
Nuestra compañera nos había convencido a todos que el bicho no se movía desde hacía días y hasta el profesor lo creía firmemente, pues su mirada y actitud entregaban total seguridad de lo que iba a hacer, nadie podía dudar que todo resultaría perfecto.
El silencio reinaba en la sala, cuando sacó a "Picaduras" del tubo, la puso en su mano y antes de un pestañeo, la pulguita dio un inmenso brinco hacia quien sabe dónde y desapareció. Eso fue todo.
 
En el instante siguiente se armó un gran alboroto, todos se rascaban y gritaban seguros de tener el famoso bicho en alguna parte. Yo que soy alérgica me mantenía callada, incluso resignada, mientras la comezón me invadía, pues estaba convencida de tener la pulga, ya que tengo la mala suerte de ser apetitosa para ese tipo de insectos.
 
Permanecí el resto de la mañana asustada -aunque creo que todos lo estuvimos- y cuando llegué a casa empecé a sacarme la ropa desde la misma entrada de la casa. Papá miraba asombrado, Ber abría sus ojos tirándose el pelo, quizás pensaban que ahora sí estaba desvariando, pues fui dejando un reguero de ropa hasta la puerta del baño, que mamá recogía pacientemente sin preguntar.
 
Cuando estaba desnuda y un poco más calmada le conté mi historia e inmediatamente puso todo el uniforme en agua para que el bicho muriera ahogado.
 
Pero... en eso me llama Natascha y me cuenta que finalmente encontró a "Picaduras", que estaba en su calcetín. ¿Pero cómo supo que era la misma pulga?
 
¡...Muy simple, por que no saltó!

(c) Cuento Registrado en Derecho de Autor, Santiago año 1998 en un compilado, bajo el título "Cuentos de mi Infancia", prohibida su utilización sin citar autoría.

domingo, 15 de mayo de 2016

La Guerra de Barro

En el jardín de mi casa de Pelluco, había un lugar especial para los niños.

En medio del prado y oculto tras unos arbustos de bellas formas y diferentes tonalidades se recortaba un gran agujero rectangular relleno con arena de playa hasta el mismo borde, nosotros simplemente lo llamábamos "Arena". Era un rincón que frecuentábamos regularmente los días en que había buen tiempo. En él jugábamos haciendo volar nuestra imaginación creando innumerables cosas, como montañas, caminos para los autitos de juguete, túneles, construcciones con ramitas y hojas, etc. Pero existía una constante atracción, casi instintiva, a cavar más profundo para encontrar la tierra que se ocultaba bajo la capa de arena, que papá -intuyendo nuestras inclinaciones- rellenaba constantemente. ¿Y para qué? Para jugar con barro.
Era maravilloso usar agua suficiente, como para que unos puñados de negra tierra se transformaran en una masa suave, espumosa, que revolvíamos con los brazos embetunados hasta el codo y que se resbalaba delicadamente por entre nuestros dedos. Cuando nos descubrían  en estos juegos tan placenteros, éramos llevados directo al baño, donde entre reclamos y zamarreos nos lavaban parte por parte y lo más difícil era lograr blanquear nuestras uñas que quedaban inutilizadas, sin embargo pasaban unos días y volvíamos a encontrar tierra...Muchas veces en las lagunas de barro, aparecían extraños gusanos venidos de las profundidades o insectos de formas inimaginables que se sacudían tratando de escapar de una muerte segura, pero los dejábamos flotar imaginando que eran bañistas en el Mar Muerto o los únicos sobrevivientes de un diluvio.

Esos juegos siempre tenían como consecuencia quedar embetunados con un poco de barro en los brazos y la ropa, mientras hacíamos túneles, pero nunca había ocurrido algo tan impensado como lo que pasó aquel día viernes en que invité a mi amiga Gaby Wahl a jugar a la casa después de clases.

No sé cómo ocurrió ni en qué momento empezó, creo que sólo fue culpa de esas cosas incomprensibles que nos acercan a lo irracional, por las que uno es niños y no adulto.

Jugábamos como tantas veces en la arena con muñecas pequeñas, pensando que estaban en la playa tomando sol o algo así, cuando el juego cambió al comenzar a cavar y encontrar debajo la famosa y tentadora tierra, que no nos demoramos nada en mojar con unos baldes llenos de agua.

No puedo recordar quien empezó la famosa guerra de barro, pero sí me recuerdo tirándole una gran pelota a la Gaby en plena cara y ella contestándome divertida con un proyectil entre la blusa blanca y el jumper de colegio. Así entre gritos y risas nos descubrió mamá, que casi muere de un ataque, pensando qué iba a hacer con mi amiga, que era tan rubia como los pelos del choclo, tan blanca como la nieve sin siquiera un lunar o una peca que oscureciera su faz y ahora estaba convertida en una masa café entre la que brillaban llenos de risa y complicidad sus ojos verdeazules.

Mamá la agarró de un ala sin decir nada y partió con ella al baño. Yo la seguí silenciosa, todavía medio sonámbula por la adrenalina generada en la guerra.

La metió de cabeza al lavamanos. Mientras trataba de blanquearle la cara y volverle el color a su pelo amarillo. Yo reía, en realidad a esas alturas mamá también reía; si las dos parecíamos verdaderos monos de barro. Después de la limpieza nos sentamos a la mesa como unas señoritas a tomar once, olvidando todo lo ocurrido.
A la hora en que llegaron a buscarla, Gaby estaba tan blanca y pulcra como siempre.
(c) Cuento Registrado en Derecho de Autor, Santiago año 1998 en un compilado, bajo el título "Cuentos de mi Infancia", prohibida su utilización sin citar autoría.

Arañitas de Regalo


Uno de los regalos de cumpleaños que más recuerdo, fue el que recibí de mi amiga y compañera de curso Natascha. No sé que edad habré tenido, quizás unos diez o doce años. Fue el último cumpleaños que celebré en Pelluco y también el último con mis compañeros del Colegio Alemán.
Ya sabía qué me iba a regalar Nati, pues vi a su mamá cargar un puzzle con una imagen de un caballo blanco a la salida de clases, sin embargo ella me avisó esa mañana que llegaría con un regalo especial, pero no quiso adelantarme qué era. Esa tarde, llegó con el famoso puzzle de caballo, que sabía que lo había elegido su mamá; pero ese no era el regalo que a ella le interesaba darme, sino otro, uno diferente a todos los que reciben las niñas de mi edad, que aún acostumbraban usar vestidos a lo frutillita village  y creo que a pocas les ha tocado el privilegio o el horror de recibir, a no ser que se los envíe alguien malintencionado.
Natascha traía su "regalo" escondido detrás de la espalda y me dijo acercándose: "te he traído un regalo especial" y  me tendió la mano derecha en la que sostenía un tarro de café sin etiqueta. "Ábrelo" - me dijo- "¡Es una araña!". Me paralicé inmediatamente, pues siempre le he tenido miedo a esos bichos, sin embargo, me armé de valor para abrirlo, pues no tenía derecho a defraudarla, al fin y al cabo era un regalo.
Sus ojos se agrandaron mirándome con impaciencia, mientras retiraba la tapa, imagino que no quería perderse la cara que  pondría al ver por primera vez este horrible bicho, bien sabía ella que les tenía temor.
Al abrirlo, vi que en su interior había una  pequeña araña patas largas de color café moviéndose frenéticamente para tratar de escapar, que con el reflejo metálico del tarro, crecía increíblemente en sus proporciones, muchas de las invitadas se asustaron al verla, otras ni siquiera se atrevían a mirar, pero ella estaba hinchada de orgullo por su original regalo. Lo cerré lentamente, tratando de conservar la calma y traté de cambiar de tema.
En un descuido de mis invitadas, dejé "olvidado"  el tarro en el jardín; "una araña menos para este mundo", - pensé- "este bicho jamás volverá a salir del tarro".
Más tarde, al irse todas mis invitadas y ya casi de noche, tomé el tarro y lo lancé por el cerco, al patio de los vecinos, "¡adiós arañita!", dije. Pero esto de deshacerse de las cosas así, era demasiado fácil para ser cierto. Así resultó que a la mañana siguiente, cuando miré al jardín ahí estaba el famoso tarro de nuevo. Seguramente la Yoya, mi vecina, que también asistió al cumpleaños lo reconoció y me lo tiró de vuelta, imagino que no estaba de acuerdo con quedarse con la araña.
FIN
(c) Cuento Registrado en Derecho de Autor, Santiago año 1998 en un compilado, bajo el título "Cuentos de mi Infancia", prohibida su utilización sin citar autoría.